Primer plano: Cartola

Está Lenine, está Cazuza, está Chico César, está Fernanda Abreu y está Marisa Monte, tan diferentes. Y, más allá, están el ministro Gilberto, Caetano, Gal Costa, Edu Lobo, Maria Bethânia, los tropicalistas y los menos traviesos (o traviesos en una vía paralela), como Toquinho o Chico Buarque. Y luego, claro, están Vinicius, Jobim, João Gilberto, Nara Leão… Me dejo muchísimos, lo sé. Las músicas brasileñas son una enredadera laberíntica. Pero en todos esos (y en gran parte de los que me dejo) está Cartola.
Dicen que hay dos sambas. Una la de Cartola y otra la de todos los demás. Él nació Angenor de Oliveira en 1908, en Catete, pobre. Creció en Mangueira, uno de los morros de Río, donde fundó, con Carlos Cachaça, a los 19 años, la mítica Estação Primeira de Mangueira. Trabajó de heladero, de pescadero, de vendedor de quesos. Y sobre todo de albañil. Sin perder nunca un particular sentido de la elegancia, para que no le cayese cemento en el pelo, se protegía la cabeza con un sombrero de copa (una cartola en portugués).
En los años 30, sus sambas se hicieron muy populares en la radio, en voces más “ilustres” como Francisco Alves o Carmen Miranda. Y a principios de los 40 Cartola desapareció. Literalmente. La muerte de su primera mujer, otro fracaso amoroso y el escaso provecho económico que le había dejado su obra (mientras otros se forraban con ella) lo hundieron. Durante unos años, incluso corrió el rumor de que había muerto. Pero tres lustros más tarde, en 1956, un periodista lo encontró por casualidad una madrugada, en un lavadero de coches. El viejo flaco y desdentado que pasaba la bayeta por el parabrisas era Cartola. No había duda.
Ese encuentro casual lo conectó de nuevo con el mundo de la música. Llegaron homenajes y nuevos proyectos. Junto a Zica, su tercera esposa, abrió un pequeño restaurante y luego fundó la Zicartola, una casa de samba por la que pasaron Nelson Cavaquinho o Tom Jobim, entre otros. A los 65 años, grabó su primer disco como solista, una maravilla donde recupera, por ejemplo, Alvorada (el tema que me llevó hasta Cartola desde la banda sonora de Ciudad de Dios). Y en 1980, cuando murió, era ya una celebridad de la cultura popular de su país.
Fuera de Brasil, sin embargo, sus discos apenas se han distribuido. Sólo gracias a cierto programa de intercambio de archivos que todos conocemos he podido enterarme yo también de que en Cartola está todo el nervio, toda la alegría y toda la dulzura de la música brasileña.

Su fotografía la he cogido prestada de aquí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer, qué enormemente pequeño es este mundo... Cartola ha sido mi descubrimiento también aquí, cerca de donde limpiaba cristales de automóvil. Qué alegría leerte este post. Um abraço!

juan antonio bermúdez dijo...

¡Qué bueno! Tómate una cachaçinha a mi salud y sobre todo a la salud eterna del viejo Cartola. Otro abrazo pa ti.

David Monthiel dijo...

Dioss señor bermúdez! dentro de mis debilidades (entre el estruendo más atroz de las guitarras) hay una islita brasileña. Da gusto leerle un post sobre estas músicas y su lista interminable de genios. buscaré a Cartola.
abrazoz

Fósforo Sequera dijo...

Cartola, sambista de fina pluma y alegre verbo. Realmente es grato leer algo sobre Cartola, un sambista sin mucho apoyo de medios como han tenido otros exponentes de la m´pusica de Brasil, pero que lleva en sus creaciones el alma, la "saudade", el sentimiento y la belleza de los sonidos y poesías del Brasil.

Excelente nota. Te invito a visitar mi blog, allí encontrarás algo de música para leer y disfrutar.

Saravá!