Primer plano: Lázaro Cárdenas

Fue presidente de los Estados Unidos de México entre 1934 y 1940; el que con más impulso llevó a la práctica desde un gobierno los ideales sociales de la revolución: nacionalizó el ferrocarril y las minas, puso en marcha intensivas campañas de alfabetización, expropió el petróleo, emprendió una reforma agraria basada en el reparto masivo de ejidos…
En relación con España, su figura crece sin embargo en otra dirección: la de la acogida a los exiliados de la guerra civil. Primero, en 1937, los 451 niños de Morelia, muchos de ellos huérfanos, de un bando y del otro. Y luego, en 1939, tras el fin oficial de la guerra y el comienzo de la pesadilla franquista, decenas de miles. Llegaban, como diría un castizo, con una mano delante y otra detrás, despojados, disgregados, vencidos; maltratados o despreciados por otros países intermedios como Francia o la misma URSS. Y en el México gobernado por Lázaro Cárdenas encontraron casa y comida; futuro y sobre todo presente, auxilio. Durante la semana pasada, varias instituciones le dedicaron a Lázaro Cárdenas mesas redondas, exposiciones y actos de homenaje. Es bien sabido lo que estaba ocurriendo al mismo tiempo unos cientos de kilómetros más abajo.

Imagen: Lázaro Cárdenas con refugiados españoles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues gracias tu post, he conocido yo tu blog. Interesante, sin duda, esta entrada. Y muy instructiva.
Voy a echar un vistazo.

Fedosy Santaella dijo...

Amigo, te deje algo en mi blog.

Abrazos.

ángel dijo...

Llegaron 30 000 refugiados a las costas de Veracruz. Mujeres, niños, hombres. Y entre ellos, poetas como Cernuda, Garfias, Rius, Xirau; filósofos como Gaos. Ayudaron al desarrollo de México y fueron aquí, desde su arribo, tratados como héroes y hermanos. Cientos de mexicanos, diplomáticos ejemplares entre los que había que además eran escritores, ayudaron en su protección. Les dieron cobijo en Francia, les fletaron barcos que viajaron con bandera mexicana. Cientos de mexicanos, funcionarios, gente sencilla, intelectuales, les instalaron en la cátedra o en el taller, les ofrecieron una vida nueva y digna.
Ellos fueron nosotros y lo son sus descendientes. La solidaridad es el honor elevado entre los hombres. Lo es, también en ese sentido, tu texto memorioso.