Está muy bien Gente de Roma. Por Roma, claro, que es una de las ciudades más fotogénicas del mundo. Pero también por Ettore Scola, que no sé si es un director genial (qué adjetivo), pero sí es un director con genio.
Es fácil ir a verla predispuesto a la comparación y a la desilusión. Con el primer episodio de Caro diario, por ejemplo, si pensamos en el cine que incorpora la impostura documental como una seña de reafirmación irónica y sentimental de la mirada subjetiva. Con La dolce vita o con Mamma Roma, tan distintas, en la medida en que en ellas la ciudad habita a sus habitantes, los realiza desde la ficción y los mitifica desde la verosimilitud. O con la Roma de Fellini (quizá, al margen de juicios, distancia formal e intenciones, su referente orgánico más directo) en lo que ésta tiene de cartografía coral de una ciudad única, personaje único repartido en vidas paralelas que la cámara hilvana.
Está muy bien Gente de Roma porque a pesar de su irregularidad no vampiriza ni defrauda esa tradición; al contrario, la acopla a otros registros clásicos del cine italiano en los que Scola siempre se ha movido con dignidad: la comedia y el melodrama costumbristas (en el mejor sentido), el enunciado político, cierta contextura operística…
Y aunque al huir (y reírse) de algunos tópicos caiga algunas veces en otros, está muy bien Gente de Roma porque demuestra una vez más que, con una cámara digital, unas cuantas anécdotas y una mirada curiosa, el cine tiene la posibilidad de satisfacer sin sentenciar, de emocionar sin someter.
Está muy bien Gente de Roma porque a pesar de su irregularidad no vampiriza ni defrauda esa tradición; al contrario, la acopla a otros registros clásicos del cine italiano en los que Scola siempre se ha movido con dignidad: la comedia y el melodrama costumbristas (en el mejor sentido), el enunciado político, cierta contextura operística…
Y aunque al huir (y reírse) de algunos tópicos caiga algunas veces en otros, está muy bien Gente de Roma porque demuestra una vez más que, con una cámara digital, unas cuantas anécdotas y una mirada curiosa, el cine tiene la posibilidad de satisfacer sin sentenciar, de emocionar sin someter.
Imagen: fotograma de Gente de Roma (Ettore Scola, 2003)
8 comentarios:
Y por supuesto, la propia Roma, que siempre ayuda. ¿Cuando vienes, amigo?
No sólo ayuda, es imprescindible. A partir de mayo, en cuanto pueda. Un abrazo.
Gente de Roma es una película bastante mediocre, los actores carecen de credibilidad en un documental de ficción como el que plantea. La imagen de la ciudad en sí queda como un pobre decorado de fondo y torpemente filmado. No he visto nada de Ettore Scola en mi vida que me pareciera interesante (ni la muy tontorrona "La Familia". Ni comparación con cualquier gran cineasta italiano.Y por supuesto, la película muy inferior a las que mencionas como referentes.
Sí, ego, puede. Bienvenido al blog.
Creo que el guión de esa pelicula tiene sus buenos momentos y hay escenas bien planteadas. Es la mediocridad del director y su poco talento viusal (donde la pobreza visual se intenta enmascarar como "sencillez") en el plano fílmico lo que me irrita.¡ Que el cine también es imagen, coñe ¡. Para película sobre Roma me quedo con "Ladrón de Bicicletas" donde lo que se trata de plantear como el decorado de fondo de una historia acaba envolviendo los personajes y fundiendose con ellos.Y eso nace por obra de un director con talento y en su particular estado de gracia, no por el espléndido guión de zavattini. Eso si que es Roma, eso si que es imagen y sencillez.
Buenas tardes, ególatra.
En “Los ojos verdes”, Marguerite Duras hace una definición de un modelo ideal de crítica de cine que cada vez me gusta más: “no hablar de la película de modo intemporal sino de sí mismo ante la película”.
No sé si lo consigo, pero sólo a eso aspiro cuando escribo sobre “Gente de Roma”.
La entrada se puede entender como una comparación entre la película de Scola y las otras películas que cito, pero quiere ser justo lo contrario: la crónica de una visita al cine en la que iba con muchos prejuicios y salí contento, sin sentir que defraudaba expectativas y sin sentir que traicionaba la memoria de otras películas (que en cualquier caso cito yo, no el director, y como precedentes más que como referentes). Influyen muchas cosas, claro: la buena compañía, el calorcito de la sala frente a la tormenta de la calle, el romero que me regalaron antes de entrar… Pero influye también que la valoración que hago de algunos criterios “cinematográficos” de “Gente de Roma” es muy distinta a la tuya.
La puesta en duda de la credibilidad de las interpretaciones, la presunta torpeza de la filmación o el presunto confinamiento de la ciudad como decorado (por cierto, en una película que se llama “Gente de Roma”, no “Roma” ni “Roma y su gente”) son opiniones sin desarrollo, respetables por supuesto, pero tan cuestionables, por lo menos, como mis elogios.
La película, por otro lado, no creo que intente enmascarar nada en la sencillez: es sencilla. No se le intuyen grandes pretensiones ni se le pueden reconocer grandes alardes (ni visuales, ni audiovisuales, ni estructurales, ni argumentales). ¿Es eso una carencia? Para mí no. ¿Merece por eso una crítica destructiva? Yo creo que tampoco. Creo que hay mucho cine mucho más pretencioso, tramposo y dañino con el que cebarse si lo que nos apetece es jugar a ser críticos implacables.
El cine también es imagen, claro. Es más, por su misma definición, como es bien conocido, es imagen en movimiento. Y precisamente por eso, y aunque la película me interesa por otras cosas, y aunque no sé mucho de realización, desde mi modesta experiencia de mirar imágenes en movimiento, hay resoluciones visuales de “Gente de Roma” que me parecen talentosas (ya que sale aquí esa cosa del talento): sin ir más lejos, el arranque o el final, la rutinaria madrugada del obrero contada desde el fondo de la cocina de su apartamento minúsculo o el plano sostenido de esos dos hombres tan distintos y tan familiares entre sí que comparten banco en la Piazza Navona, un plano y dos brevísimas líneas de diálogo, dos saludos, que abren un universo.
Ya puestos, déjame que me ponga un poco más pedorro: hay pocas cosas que me gusten tanto como el cine italiano “clásico” (así tomado como tal, como un concepto amorfo y gratuito en el que cabe todo en treinta años formidables, del primer Rosellini al último Pasolini). Más allá de “su contrastada calidad”, por muchas cuestiones puramente emotivas que sería largo enumerar e inútil tratar de argumentar. Por como suena, si quieres. Por cómo me reconozco en sus ilusiones, en sus crisis y en sus huidas hacia adelante. Por cómo se mueven sus actores. Qué sé yo.
Ettore Scola es otra cosa, es evidente. Pero tachar toda su carrera con la etiqueta de la mediocridad me parece injusto.
Ladrón de bicicletas es una maravilla, claro. Pero creo que seguiría siendo una maravilla si se hubiese rodado en otra ciudad. Su visión de Roma no es lo esencial de la película. De lo que no estoy tan seguro es de si es una maravilla por De Sica o por Zavattini (que por cierto no fue su único guionista). El cine es un juego de azar colectivo. O al menos así lo veo yo.
Y “Gente de Roma” tiene muy poco que ver con ese neorrealismo en su estado más puro. Han pasado, entre otras cosas, más de cincuenta años de escobas voladoras.
Ante tamaña contraréplica me deja usted K.O. No me tome vd. demasiado en serio si me he puesto un poco acalorado y simplón en mis juicios. Quizá iba, seducido por el título, esperando ver algo mejor de lo que encontré.
Gracias por la generosidad en el desarrollo de sus argumentos (que acabán poniendo en evidencia los mios).
Un saludo, seguiré sus andanzas bloggerianas.
Uf, lo de que sientas que te he dejado k.o. o he puesto en evidencia tus argumentos me deja mal cuerpo; no era mi intención sonar tan concluyente.
Sobre lo de que fueses a ver la película con muchas expectativas y te defraudara lo entiendo perfectamente, porque a mí creo que me pasó justo lo contrario. Y al fin y al cabo de eso depende muchas veces nuestra indignación o nuestra euforia. Así que si te parece lo dejamos en un empate técnico de expectativas.
Un saludo y ojalá te sientas con la confianza intacta para volver cuando quieras por aquí y opinar lo que quieras, faltaría más.
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