El cuerpo, como el lenguaje, son máquinas que nuestra cultura hace desaparecer en un ideal de funcionalidad y obediencia: son máquinas-vehículo, grados cero, no deben verse o notarse -ambos son recipientes eficaces de la res cogitans, del soplo espiritual. Un grano en la espalda, un dolor de cabeza, los ruidos y los olores, hacen opaco al cuerpo, lo delatan y al mismo tiempo me arrancan de él, me separan del autómata.
5 comentarios:
Vaya, nunca me quedaré con la boca abierta con más motivo.
Un beso.
Cortázar, como tan a menudo que asusta, daba en el mismo clavo con otro martillo (o al revés, con el mismo martillo en un clavo distinto):
Cuando los zapatos aprietan, buena señal. Algo cambia ahí, algo que nos muestra, que sordamente nos pone, nos plantea.
(de "Qué tal, López")
Lo que no sé es si es algo malo considerar al cuerpo un vehículo motorizado o no. Besos, estraperlista.
Olerse la axila y encontrar olor, eso nos hace humanos. Verdad que si.
Saludos muchos
k. whitmore: ojalá siempre encontremos motivos para quedarnos con la boca abierta :b
inwit: y se me ocurre que, por ejemplo, Neruda también golpea más o menos por ahí, en "Ritual de mis piernas", como un médico que prueba los reflejos con un martillo de goma: "Las gentes cruzan el mundo en la actualidad / sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida".
feddosy: jaja, puestos a escoger, me quedo con otros síntomas de humanidad un poco más agradables que el olor de axila, pero sí, por ahí va la cosa.
Saludos y besos, muchos, a los tres.
Pues va a ser eso, Scardanelli. Un abrazo.
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