"América, América" (fragmento), de Saadi Yousef


Yo también amo los jeans y el jazz y la Isla del Tesoro / y el loro de John Silver y las terrazas de Nueva Orleans. / Amo a Mark Twain y los barcos de vapor del Mississippi / y a los perros de Abraham Lincoln. / Amo los campos de trigo y de maíz y el aroma del tabaco de Virginia / pero no soy americano. ¿Acaso es esto suficiente para que el piloto fantasma me devuelva / a la edad de piedra? / No necesito petróleo, ni a la misma América, ni al elefante ni al burro. / Déjame, piloto, deja mi casa techada con frondas de palma y este puente de piedra. / No necesito tu Golden Gate ni tus rascacielos. / Necesito a la aldea no a Nueva York. / ¿Por qué viniste a mí desde el desierto de Nevada, soldado armado hasta los dientes? / ¿Por qué hiciste el camino hasta la distante Basora / donde los peces solían nadar bajo los escalones de nuestras puertas? / Por favor, no saquees aquí. Sólo tengo estos bueyes, que, perezosos, / mastican lirios de agua. / Déjame en paz, soldado. / Déjame mi cabaña flotante de caña y mi arpón de pescar. / Déjame mis aves migratorias con sus verdes plumas. / Llévate tus rugientes pájaros de acero y tus misiles Tomahawk. / No soy tu enemigo. / Soy aquel que vadea hasta las rodillas en campos de arroz. / Deja que siga mi curso, / no necesito de tu día del juicio.

Saadi Yousef (Basora, Iraq, 1934)
(poema completo aquí)

Imagen: "A man and a woman make their way
up the Shatt-al-Arab in Basra",
fotografía de Christiaan Briggs

4 comentarios:

silencio dijo...

Se cumplen tres años del comienzo de la guerra de Irak. Tristeza de imperio económico de las industrias de guerra... un imperio que, como imperio, se transforma en dictadura (solapada, escondida tras el velo de la libertad americana, detrás de la bandera, si se quiere) y dicta y escarba.
Yo me imagino dentro de esta rueda, como las de estiércol de los escarabajos peloteros, y no puedo dejar de pensar que no me gusta ser un ser humano. El capitalismo, el mercado, nos está convirtiendo en pedazos de cosas intercambiables, vendibles, comprables. El dinero nos cosifica y nos clasifica. ¿Y no se puede hacer nada? de nada sirve la palabra, de nada todas las teorías, de nada la rabia o las ganas de que todo sea diferente. Estamos condenados a la congelación.
El lugar donde vivimos... también ha sido escarbado, y como parásitos enormes nos metemos en sus entrañas, lo vaciamos. Todo para mantener una forma de vida que se come a sí misma y que como todas las cosas, como todas las eras, es finita.

garcía argüez dijo...

conocí este texto hace algunos años, en un libro del festival de poesía de Medellín que se trajo un colega del otro lado del océano y siempre me pareció un poema, no ya profético, sino absolutamente actual. Y actual sigue siendo. Qué bien que haya aparecido un post de usted, señor contrabandista!
besos enormes y ganitas de verle.

juan antonio bermúdez dijo...

Isabel:
Sin ánimo de replicarte ni de añadir parches ni consuelos huecos y fáciles a tu diagnóstico: lo encuentro todo más falible, menos determinado y sentenciado, más cutre si prefieres. Para mal o (quiero creer que) para bien. La bola de estiércol no será nunca de una redondez perfecta. El fundamentalismo capitalista nos cosifica y nos clasifica, es verdad, pero en sus grietas (al menos, todavía) caben algunas cosas sin precio: la risa, por ejemplo. A menudo, ser humano es feo y es difícil, da pereza, da vergüenza. Pero otras veces, quizá no muchas, quizá no suficientes (y no sé para qué podrían ser suficientes o no), es divertido, hermoso, emocionante, es un privilegio. La palabra no sé si “sirve”, pero está ahí, aquí, acercándonos, revelándonos, arropándonos. Un poeta amigo, Quique Falcón, responde a la famosa pregunta “¿Escribir después de Auschwitz?” citando a su vez a Emil L. Fackenheim: “Escribir entonces / para no conceder más victorias póstumas a Hitler”. No es seguro que aprendamos o mejoremos algo con eso. A una guerra le sucede otra guerra. A una infamia, otra. A Auschwitz, guantánamos. Pero mientras podamos, mientras nos dejen, mientras haya luz, ¿qué otra cosa más importante puede ocuparnos que seguir celebrando y defendiendo la alegría, una alegría responsable? Como dice otro poema, éste de Wislawa Szymborska, en los trágicos desfiladeros, un sombrero sale volando y es inevitable: la imagen nos da risa.

Migue:
creo que está escrito justo después de la guerra del primer golfo Bush, por eso vale de forma tan certera para el segundo. Abrazos y besos igualmente enormes.

silencio dijo...

¿Sabes? me gusta tener piel y sentir su fragilidad; me gusta mirar por la ventana a los gatos que juegan en la acera levantada, como si fuese su jungla; me gusta leer y que la lectura me sugiera, que no me dicte, que me insinúe; me gusta mirar y ver árboles pelados, árboles llenos, palmeras, jardines. Me gusta el sol, me hace feliz.
Me gusta reír. Me río mucho y disfruto cuando veo unas manos que parecen pashminas indias.

Pero el problema no es cuánto se ame la vida, o cómo la sintamos llegar. El problema es que mi vida, esta que verifico a cada instante, la quiero vivir de otra manera y no lo puedo hacer. Me siento excluída aunque incluída, arruinada dentro de una identidad que me nombra pero no me "es". Cuando me paro y pienso en lo que hacemos NOSOTROS como especie... se me quitan las ganas de reír.