Nada debe estropear la felicidad consumista del ciudadano- telespectador; hasta el desamparo se ha convertido en ocasión de entertainment. A través de la reviviscencia caritativa, la que se afirma es la cultura hedonista de masas, la caridad-business no expresa la rehabilitación de la buena vieja moral sino su disolución posmoralista. Hemos ganado el derecho individualista a vivir sin sufrir el aburrimiento de los sermones, todos los focos sobre el espectáculo de las variedades y los desheredados, risas y lágrimas, hasta la moral debe ser una fiesta.La caridad se ha convertido en uno de los más grandes, de los más mediáticos espectáculos contemporáneos apoyándose en la lógica de la hazaña: hazaña de la suma recogida, hazaña de la movilización general. "Olimpiada de la beneficencia", "maratón del corazón"; hay algo de competición en estos nuevos shows filantrópicos que vibran a la espera de los récords. [...]
El proceso de erosión de los deberes continúa: mientras los media apelan pariódicamente a los corazones, desculpabilizan las conciencias y trabajan, tal vez subterráneamente, para apartar a los individuos de las obligaciones permanentes de ayuda y beneficencia. El altruismo del posdeber se complace en la distancia: nos hemos vuelto más sensibles a la miseria expuesta en la pequeña pantalla que a la inmediatamente tangible, hay más conmiseración hacia el semejante distante que hacia nuestro prójimo cercano.
1 comentario:
erosiones
la pantalla de rayos catódicos
apela al corazón
y el corazón responde
tres puntos de ranking
corredor de fondo
se remueve despacio
la conmiseración
¿cuánto desciende la culpa
en el contenedor
de las consciencias?
lejos
está el vecino
solitario y desamparado
bien lejos
a millas de redención
y bonos de solidaridad
un primer plano
de aberrante miseria
conmueve más que la pena
del que duerme a tres palmos
de tu plácida respiración
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