Se lo escuché una vez a José Luis Sampedro en una entrevista: “Vaya usted al mercado sin dinero y cuénteme luego si allí se siente libre”. Es una obviedad contundente, irrebatible. La libertad de mercado se reduce a la libertad que puede comprarse. Y un mundo que se asienta sobre esa idea de libertad es un mundo de esclavos.
Las películas de Ken Loach no sorprenden. Reproducen las casi infinitas versiones de la lucha de clases, que hoy no se libra (seguramente nunca se libró) en batallas colosales sino mediante escaramuzas cotidianas, rutinarias meriendas de peces pequeños, grandes, gigantescos. Es por su capacidad para testimoniar y describir desde parábolas mínimas los máximos conflictos por lo que el cine de Loach resulta tan necesario.
Víctimas, verdugos, víctimas
Imagen: fotograma de En un mundo libre... (Ken Loach, 2007)
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