Esa fea costumbre



Vi una vez a Benedetti de lejos, hace años, en Madrid. Era ya un pajarito viejo y frágil. Me gusta ser uno más de los que lo mitifican como poeta popular contemporáneo. Llegué a él por las versiones de El sur también existe. Lei luego sus Poemas de la oficina, y muchos otros de sus versos libres, nostálgicos y románticos, con lo mejor que pueden retener esos tres extenuados adjetivos. Como muchos, intenté ligar con "Táctica y estrategia". Como muchos, aprendí caminos rectos para odiar la tiranía con "Pedro y el capitán". Como muchos, me dejé encantar por la excentricidad naïf del lado oscuro de su corazón coraza. Tuve muchos libros suyos. Conservo solo tres: dos ediciones antiguas de relatos poco conocidos (Con y sin nostalgia y Recuerdos olvidados), que encontré en la Librería Española de París. Y una antología poética muy bonita que me ha regalado mi madre hace unos días.
Fui a varias conferencias de Castilla del Pino. Siempre que le escuché hablar, habló de la disolución del yo. Le agradezco haber aprendido en sus charlas lo imprecisa y lo maleable que es la identidad, eso a lo que nos empeñamos en aferrarnos tanto.
Hace poco me enteré de la muerte de una conocida por un amigo común que se refirió a ella como si yo estuviese ya al corriente de la noticia. Era bastante joven, muy simpática, muy viva.
La semana pasada cayó a la terraza de la casa en la que vivo un gorrión. Aparentemente, estaba sano. Tenía el plumaje muy formado, aunque aún no volaba ni comía por su cuenta. Digamos que nunca fui precisamente un rodríguezdelafuente. Siguiendo consejos de aquí y de allá, le dimos de comer pan y magdalenas remojados (en agua, nunca en leche, ¡no son mamíferos!, es una de las pocas cosas en las que coinciden casi todos los foros ornitológicos) y lo dejamos suelto en la terraza, a la espera de que fuera adquiriendo la destreza suficiente para volar. Sólo lo refugiamos en una cajita, en el interior de la casa, durante las horas de más calor. Durante dos días, parecía feliz. Otros dos gorriones (¿sus padres?) lo alimentaban también. El tercer día amaneció tristón y cabizbajo. Lo intentamos hidratar y alimentar pero no tragaba bien. Decidimos dejarlo tranquilo y seguir observándolo, pero se quedó acurrucado en una esquina y, media hora después, murió.
Hay muertes minúsculas, menudas, alejadas. Muertes por las que llorar parece inapropiado. ¿Qué enseñanza nos dejan estas muertes? ¿Qué enseñanza nos deja cualquier muerte? No sé, creo que ningún dolor enseña, ni curte, ni prepara. Cada dolor es diferente, tiene insólitas aristas. Si acaso, la única enseñanza posible ante o frente a la muerte es la que el homo lleva asumiendo al menos los 150.000 años que le atribuyen a su etiqueta sapiens: juntarnos y valorar que estampos vivos, aquí y ahora.

3 comentarios:

Sonicya dijo...

Curioso, llevo un par de días sintiendo la muerte de otras y otros y que se han ido y algunos que se iran pronto. Reflexiono, como usted sobre el dolor, la enseñanza y lo mal que la llevamos.
SALUD y saludos juan antonio.

ariadna dijo...

vaya juan, esta madrugá te he dejao un comentario bastante largo y emotivo pero veo q se ha perdido en el limbo de la red.Me da pereza volverlo a escribir pero venía a coincideir contigo en la opinión d benedetti como poeta popular con corazón coraza, táctica y estrategia; aunque yo me quedo con sus cuentos,ah y la impactante, en su día, Pedro y el capitán.Aunque alguien me rompiera el mito un día y pasara a recordarlo como poeta o cuentista solo entrañable.
El cuento del gorrión me hizo recordar mis primeras acercamientos angustiosos a la idea de la muerte cuando tenía unos 9 o 10 años. "tempus fugit",q dirían los clásicos, cómo pasa el tiempo. Me impacta pensar que llevo casi media vida con mis amigos, pero solo eso es motivo de celebración, de festejar ese hilo de lana roja q nos une a la gente(bonito palabro).

un abrazo bermu.

dediego dijo...

Totalmente de acuerdo, Juan. Un abrazo que dure todo nuestros aquí y ahora.