Rescates: José Luis Sampedro

José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) ha empleado casi toda su vida en desmontar los axiomas aparentemente inamovibles sobre los que se basa el liberalismo y parte de su legado dogmático. Y no sólo lo ha hecho desde su formación de economista (que le llevó a ocupar una cátedra de Estructura Económica desde 1955 hasta su jubilación) sino también desde una obra literaria (Octubre, octubre, La vieja sirena, La sonrisa etrusca...) en la que no queda ni dios por encima del ser humano.
Es un viejo alto y flaco, de grandes manos manchadas por la edad, de barba blanca. Sólo su elegante traje de personaje público puede distinguirlo de Salvatore Roncano, el campesino calabrés que protagoniza La sonrisa etrusca. Hace algunos años, cuando leí ese libro, hubiera querido salir corriendo para abrazar a este viejo que ahora tengo delante. Grande la vida.

El Contrabandista (EC): Usted defiende desde hace muchos años un "humanismo radical", ¿podría explicarme mejor este concepto?
José Luis Sanpedro (JLS): A mi juicio, limitar el humanismo al estudio de las llamadas clásicamente humanidades no es suficiente. Hay que entender el concepto de humanismo con aquella frase de Protágoras: "el hombre es la medida de todas las cosas". El humanismo clásico está basado en una idea esencialmente medieval de orden permanente, inmutable, que viene de la idea cristiana del Génesis por la que Dios creó ya a los animales, a los hombres y a todos los seres tal y como están hoy y tal y como van a estar siempre.
Pero los hombres de hoy no son los hombres de ayer y la vida evoluciona constantemente, ha ido progresando desde las células hasta las variedades extraordinarias que conocemos. Así, naturalmente, no se puede pensar en un orden inmutable y el humanismo tiene que ser radical, desde la raíz, y dinámico, un humanismo que tenga en cuenta la evolución del hombre y que no se quede fijo, petrificado en conceptos pasados.

EC: Desde su formación de economista, usted ha desmontado siempre que ha podido uno de los conceptos básicos del capitalismo: la libertad de mercado.
JLS
: Vaya usted sin dinero a un mercado y demuéstreme que es libre allí. Eso sucede a todas las escalas en el capitalismo, por el cual se piensa que el dinero es la medida de todas las cosas. La idea del liberalismo económico, que fue util en el siglo XVIII, hoy es un lastre.

EC: Y otro de sus eternos caballos de batalla es el dogma religioso.
JLS
: Tengo el mayor respeto por los fieles, pero de ninguna manera lo tengo hacia el dogma del catolicismo formal, que se ha quedado en la Edad Media. Un dogma contrario al progreso científico, que ha tardado tres siglos en aceptar las tesis de Galileo, es decir, que sigue viviendo en el mundo de Ptolomeo, con la Tierra como centro. Una iglesia que apenas empieza a digerir a Darwin y la evolución de las especies. Y una iglesia que además está en contra de las mujeres, como lo demuestra constantemente, y que tiene una moral sexual antinatural, contranatura.
La iglesia se ha quedado atrás, la sociedad avanza mientras la iglesia se retrasa. La sociedad quiere el divorcio, la eutanasia, una serie de cosas que la iglesia se niega a dar. La iglesia pretende que sacrifiquemos esta vida a otra que no conocemos, de la que no sabemos. Esto es una cuestión de fe y la fe, que es creer lo que no vemos, nos puede llegar a impedir creer lo que vemos.

EC: Entiendo además que una de las cosas que más le fastidien del dogma religioso sea su rechazo del placer físico, de la sexualidad, cuando lo físico, la fixicidad en una mezcla de ternura y erotismo, ha estado siempre tan presente en toda su obra.
JLS
: Es que el placer físico es algo inherente a la naturaleza humana y estar en contra de eso es estar en contra de la naturaleza. La iglesia no admite más que el amor entre hombre y mujer, y además con fines procreativos. El Papa dijo una vez que uno no podía mirar con concupiscencia ni a su propia mujer. Y digo yo, si uno no puede mira con deseo ni a su propia mujer, entonces ¿qué hace? Esa barbaridad es contranatura.

SC: Usted vive desde hace años sin televisor. ¿Eso se debe a una decisión circunstancial o es una postura más general de rechazo hacia la televisión?
JLS
: Yo no estoy en contra de la televisión ni en contra de nada. Es solo una manera de entender mi propia vida. No tenía televisión cuando mucha gente ya la tenía. Y cuando me nombraron senador compré una porque creí que tenía la obligación de verla para poder opinar, poder cumplir con mi deber de senador enterado de lo que pasaba. Luego, cuando se murió mi mujer y me mudé de casa, el televisor ya se había estropeado y pensé en comprar otro. Pero en ese tiempo me di cuenta de que la televisión me quita más de lo que me da. Si tuviera una televisión en casa la pondría mucho más de lo que quisiera. Como no la tengo, ese tiempo es mío para pensar o para discurrir o para lo que sea.
Con la edad que tengo, si me disperso en intentar asumir todas las novedades que aparecen, no disfruto a fondo ninguna. Prefiero quedarme con todo lo que tengo y disfrutarlo a fondo y enterarme bien, mejor que adquirir superficialmente una serie de cosas.

EC: Esa experiencia suya con la televisión demuestra que todos podemos renunciar a las necesidades creadas.
JLS
: Cuando no son necesidades realmente vitales, eso es perfectamente posible. Yo no puedo renunciar a comer, usted tampoco. Pero usted puede renunciar igual que yo a la televisión o al automóvil, eso es evidente. Le costará más o menos, pero tiene que pensar si las ventajas de renunciar son mejores que las ventajas de tener. Necesidades vitales hay pocas.

EC: Ya sabe que esto es una entrevista para Internet. Aunque no tenga televisión, ¿le interesa Internet, esa otra necesidad que nos hemos creado recientemente?
JLS
: Sé vagamente lo que es, pero no me entero. Piense usted que yo tengo un horizonte vital de unos meses, de un año, de dos años... ¿Para qué voy a meterme en dibujos? De todas formas, por lo que sé, el Internet me parece una cosa enormemente interesante. Tal vez hablo desde mi ignorancia sobre el tema, pero creo que todavía no nos damos cuenta de las tremendas consecuencias que puede tener. Muchos lo utilizan para difundir conocimientos, para vender mercancías, para divertirse o para lo que sea, pero creo que también es un mecanismo capaz de penetrar en todas partes, de tal manera que, por ejemplo, puede salvar la censura. Internet puede ser un instrumento revolucionario, de transformación social y humana, que se vuelva contra las intenciones primeras de sus creadores o de quienes lo financian, y a mí eso me reconforta.

Entrevista publicada en Sevilla Cultural, en diciembre de 1999

5 comentarios:

silencio dijo...

Me encanta tu blog...

Daniel dijo...

Fantástica entrevista.

Anónimo dijo...

Isabel: ¡Qué bien!

Lorena: Tranquila, al menos hasta el 15 de enero tienes justificación.

Daniel: Me alegro mucho de que te guste. El horizonte vital de Sampedro al final está siendo bastante más alargado de lo que presentía en esta entrevista.
Creo que se ha vuelto a casar y que lo tenéis incluso de vecino por ahí en las islas (en Lanzarote, como Saramago, me parece, aunque no me hagas mucho caso).
Sobre su pensamiento político y económico, creo que sacó un libro hace un par de años, "El mercado y la globalización".

Anónimo dijo...

Diozz!! La voy a imprimir para verla con calma... qué suerte tienen algunas!! Gracias por compartirla aquí... Bezoz nochevejeros... (12 o así)

juan antonio bermúdez dijo...

12 o 14 por lo menos, inwit